Unión Europea

Martin Schulz, una historia de libro

por María G. Zornoza

Cartel electoral de Martin Schulz
Cartel electoral de Martin Schulz
Fuente: Oppositin24

Martin Schulz ha sido muchas cosas en su vida: alcalde, librero, eurodiputado, alcohólico o futbolista. Pero siempre ha sido europeo. Más de dos décadas por los pasillos de Bruselas le valieron para tener una cicatriz y un sueño cumplido. El socialdemócrata dimitió como presidente de la Eurocámara para impulsar el “efecto Schulz”, con el que pretendía ganar el partido a la canciller Angela Merkel el próximo domingo. Los refugiados o la crisis de los socialistas, entre otros factores, han desinflado el globo.

Martin Schulz (Hehlrath, Alemania, 1955) habla alemán, francés, inglés, holandés, italiano y español. Es conocido y reconocido por su carisma, convicción, tono conciliador y fiel sentimiento europeísta, que ha defendido incluso en las peores crisis del proyecto. Su gran admiración hacia Europa le ha llevado a defender en ocasiones la unidad de la institución frente a la diversidad de los Veintiocho.

Schulz creció como el pequeño de cinco hermanos en la ciudad de Würselen (40.000 habitantes), próxima a Arquisgrán, de la que años después pasaría a ser su alcalde. Futbolista retirado y librero de naturaleza, su vida es carne de novela. Una lesión le obligó a retirarse del mundo del deporte, hecho que según ha relatado en alguna ocasión ante medios germanos, le empujó a la alcoholemia. Sí, Schulz es abstemio desde 1980. Y no lo oculta pues “combatió las batallas que le tocaban librar”, a “pesar de ser el edil de un baluarte de carnaval”, según recoge la revista Bunte.

Con los veinte años fue concejal en la urbe que le había visto crecer y recién estrenados los 30 pasó a liderar el ayuntamiento convirtiéndose en uno de los alcaldes más jóvenes del país. Con 27 ya regía su propia librería. 35 años después sigue escribiendo cada día en su diario. En 1994, aterrizó en el Parlamento Europeo en el que sería conocido como el “Kissinger de Würselen” y diez años después daría un gran paso en su carrera política al ser nombrado presidente del Grupo Socialista Europeo sustituyendo al español Enrique Barón.

En 2012, el europeísta convencido fue elegido nuevo presidente de la Eurocámara, puesto que ostentaría hasta comienzos de este año cuando dimitió para postularse como principal rival de Merkel en las legislativas germanas. 23 años, una espinita y un sueño cumplido duró su travesía por las instituciones europeas: no llegó a ser presidente de la Comisión Europea -que fue a manos del luxemburgués Jean-Claude Juncker en su candidatura-; pero en 2012 recogió el Nobel de la Paz en nombre de la UE, “el mayor logro de la civilización en el Siglo XX”.

El consenso ha formado parte, desde sus raíces, de su día a día. Hijo de un policía que fundó el SDP en su localidad y de una aristócrata alemana activa en la CDU, no es descabellado pensar que Schulz renovará tras las elecciones del próximo domingo la gran alianza con la canciller. Su deseo de “ser el mejor canciller del país” parece hoy lejos y no ha descartado ninguna opción en el escenario post-electoral: solo formará parte de un Ejecutivo que garantice una Europa democrática y una Alemania social.

A pesar de que el “efecto Schulz” abrió la posibilidad a un “sorpasso” que impediría la cuarta reelección de la canciller Merkel, el globo se ha desinflado y no hay ninguna encuesta de peso que dé a los socialdemócratas la posibilidad de liderar un nuevo Ejecutivo en Berlín a partir del próximo lunes. Sigmar Gabriel le dio paso a liderar la socialdemocracia germana sabiendo que él mismo carecía de cualquier posibilidad de ganar la batalla a Merkel. Y las encuestas le dieron la razón: en alguna ocasión llegó a superar en intención de voto a la canciller. No obstante, Schulz tampoco parece que vaya a ganar el partido a la crisis de identidad y desapego socialista que se extiende por gran parte de las capitales europeas.

El contexto global tampoco se lo ha puesto fácil en su camino hacia el Bundestag. La crisis de refugiados, que amenazaba con erigirse como el caballo de Troya de Merkel, ha terminado seduciendo a un sector de la socialdemocracia que apoya la política de puertas abiertas basada en el “Welcome Refugees” que lideró la democristiana en 2015. Tanto es así, que en el debate televisivo que los dos líderes mantuvieron a comienzos de este mes, Schulz solo pudo recriminarle que no empujase al resto de países de la UE –léase los rebeldes del Este- a seguir esta misma dirección. Y ahí uno de los principales problemas a superar: para los ciudadanos es cada vez más difícil detectar las diferencias tangibles entre la CDU y el SPD. Y fiel al ADN germano que parece dictar que no es necesario cambiar las cosas que ya funcionan, este postura ha beneficiado a la continuidad de Merkel.

Cuando tomó sus riendas, parecía que la socialdemocracia volvería a tener posibilidades de ganar el partido, aunque fuese en la prórroga. Pero el discurso potente, renovador, fresco y social del comienzo fue tornando en vaivenes y tecnicismos con el paso de la campaña. Sorprende, además, que durante la campaña electoral apenas haya aludido a su principal carta: la europea. Schulz se ha presentado ante los alemanes como un líder con modesta experiencia en la arena política alemana; pero no ha aludido a su larga trayectoria en Bruselas. El próximo capítulo de su novela lo escribirá a través de los resultados del próximo domingo. 

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