El escritor Eugenio D'Ors refería, con su gracia habitual, que en una ciudad pequeña, con un gran catedral, muy importante histórica y artísticamente, un forastero preguntó a un transeúnte dónde se hallaba el templo. El interrogado respondió: -Sí, verá usted: eche usted por esa calle, tuerza luego a la izquierda, después a la derecha... Llegará así a una plaza. Allí hay un estanco. Pues bien: enfrente del estanco, está la catedral.
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