La decisión de esta semana de la Comisión Europea de rechazar de plano los Presupuestos Generales enviado por el Gobierno italiano, supone un precedente en la historia de la construcción europea, pero sobre todo, un desafío del Ejecutivo bipolar de ultraderecha y ultraizquierda transalpino al euro y a la estabilidad misma de la Unión. La respuesta de Bruselas a unas cuentas que frente al 1,6% pactado de déficit, disparaba el diferencial de ingresos y gastos al 2.4%, ha sido contundente por boca del comisario de Economía, Pierre Moscovici: “Hay una desviación clara, aguda, asumida e incluso reivindicada”. Parece difícil que en el entorno preelectoral en el que se mueve la política en Italia y a escasos meses de las elecciones europeas, donde Marco Salvini, que pretende presentar una plataforma de líderes y partidos eurófobos, que Roma corrija sustancialmente los presupuestos.
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