Mucho se habla y escribe sobre el imparable ascenso de los partidos ultraderechistas en la Unión Europea y, por el contrario, muy poco se dice del otro fenómeno político emergente que se viene produciendo elección tras elección. Me refiero al incremento del voto Verde, el concedido a formaciones políticas, que si bien tuvieron su origen doctrinal en los partidos ecologistas de los albores del siglo XXI, pasadas dos décadas han reformulado sus posiciones y modernizado sus estructuras, ofreciendo un discurso nuevo que está calando en el electorado europeo. Si los neofascistas son decididamente eurófobos y contrarios a la UE, los Verdes son claramente europeístas y partidarios de la construcción europea. Parece que el bipartidismo tradicional que surgió después de la II Guerra Mundial, basado en la alternancia en los Gobiernos del centro derecha, liberales o democristianos, y la socialdemocracia, toca a su fin. Podríamos decir que irrumpe un mapa a cuatro con dos nuevos actores: uno por la derecha y otro por la izquierda, con la Ultraderecha y los Verdes como protagonistas enfrentados.
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