En 1953 Cecile B. DeMille recibía el Óscar por su película “El mayor espectáculo del mundo”, un homenaje al mundo del circo, en el que se entrelazaban tres historias de romance y rivalidades bajo la gran carpa. Sesenta y seis años después, la madre de todos los Parlamentos, la Cámara de los Comunes, cuna de la democracia desde 1800, ha convertido Westminster en una pista circense por la que actúan elefantes a modo de brexiters tories, trapecistas sin red disfrazados de unionistas irlandeses, funambulistas laboristas en el alambre y la mujer barbuda síntesis de May y Corbyn, bajo la dirección de pista del gran Speaker, John Bercow, en el papel del payaso cara blanca. Saltan, hacen piruetas y equilibrios, ríen y lloran, mientras el mundo atónito alucina con sus enormes dotes de irresponsabilidad.
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