El pasado martes, el Comisario de Economía y Finanzas, Pierre Moscovici presentaba las previsiones económicas de primavera para la UE. Si bien es cierto que la economía europea seguirá creciendo por séptimo ejercicio consecutivo, la realidad es que se prevé una ralentización fruto de las tensiones comerciales y la reciente desaceleración del comercio global. Un crecimiento que se cifra en el 1,4% para este año, mientras que en 2018 fue del 2% y el 2017 del 2,5%. Aunque mostramos una capacidad de resistencia clara ante los escenarios cada vez más inciertos del contexto mundial, crecemos menos y lo que es peor, los motores de Europa, el eje franco-alemán empiezan a mostrar síntomas de estancamiento. La postura proteccionista de Estados Unidos y su enfrentamiento comercial con China, así como los riesgos persistentes a un Brexit sin acuerdo, son las principales amenazas externas, pero también arrastramos debilidades internas como el exceso de deuda, el déficit energético o la falta de adecuación de nuestra industria al cambio tecnológico disruptivo que vivimos.
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