Pase lo que pase con la investidura pendiente de Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados, una cosa sí está clara: el líder socialista español ha dado un giro en su posición de alianzas europeas. Venimos de décadas en que España ha buscado la amistad y la cercanía de la gran potencia europea, Alemania, de la mano de la todopoderosa canciller Ángela Merkel. Sin embargo, en la cumbre europea de verano de la semana pasada, Sánchez cambió de pareja de baile y se lanzó a pactar con el presidente francés, Emmanuel Macron, los candidatos a presidir las instituciones europeas los próximos cinco años. No en vano, Sánchez y Macron son los líderes de las formaciones más votadas en las elecciones europeas en sus respectivas familias políticas. Están, pues, en disposición de buscar una mayoría que salga de la suma de los socialdemócratas y los liberales. Una jugada que dejaría aislados a los populares europeos, pero que también afecta a los intereses alemanes, lo que no ha sentado nada bien en Berlín.
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