Miles de personas se agolpan en la frontera greco-turca en busca de una mínima esperanza de vida huyendo de la crisis humanitaria que la guerra de Siria ha vuelto a provocar. Seres humanos que se han convertido en un escudo para el régimen turco del presidente Erdogan que presiona a la Unión Europea con la entrada masiva de emigrantes para lograr su apoyo en su estrategia en la región en conflicto. Un burdo chantaje del que es culpable, pero cuyos responsables no son otros que los jefes de Gobierno europeos que hace ahora cuatro años pactaron que Turquía controlara el flujo de refugiados a cambio de 6.000 millones de euros para atenderlos. Un acuerdo que las autoridades turcas siempre han sostenido que no se ha cumplido y que ha saltado por los aires por la muerte de una treintena de soldados turcos en el norte de Siria. Turquía presiona a la UE usando a los refugiados para que le dé, no sólo fondos para atender a quienes huyen de la guerra, sino apoyo en un conflicto bélico en el que Turquía está, hoy por hoy, en el bando perdedor.
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