Convendría que en estos tiempos que vivimos la mayor crisis de la Unión Europea no nos dedicáramos a hacer un relato de buenos y malos. De hecho, sería de mucha más utilidad buscar el consenso y la negociación de los Estados miembros para poner los recursos de esa unidad al servicio del conjunto de los europeos. El coronavirus y sus consecuencias económicas ha enfrentado los planteamientos de una buena parte de Europa contra otra, por el concepto de solidaridad que debemos manejar. Una vez más se contraponen visiones y formas de entender la Unión, que en ningún caso deberían llevarnos a cuestionar su necesidad y, mucho menos, alimentar a los eurófobos, enemigos de las libertades y de la democracia que, por cierto, han sido los primeros en aprovecharse de la epidemia para aplicar medidas dictatoriales en sus países. Más bien debemos reflexionar sobre los motivos que tienen aquellos que se oponen a nuestras peticiones y recordar que la solidaridad es un concepto indisolublemente unido al de responsabilidad.
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