Todos los 9 de mayo celebramos los europeos el Día de Europa. Digo lo de celebrar como un eufemismo, porque realmente tras 63 años de construcción europea, no hemos logrado siquiera que sea festivo en los Estados miembros de la UE. Siguen primando las fiestas nacionales y no tenemos siquiera 24 horas para alegrarnos de nuestra unidad. Por eso cuando se nos llena la boca pidiendo más Europa, especialmente, en momentos tan críticos como los que estamos viviendo a raíz de la epidemia de COVID-19, deberíamos reivindicar que nuestros gobiernos nos permitan, al menos un día al año, ser más europeos que nada. Es un mero gesto, pero es que los gestos son la antesala de los hechos. Sin símbolos propios, sin héroes, mitos o leyendas comunes, es imposible edificar una identidad europea. Si no somos capaces de recordar y transmitir a nuestros hijos, que los Padres Fundadores de esta Europa unida, tras dos guerras terribles, nos comprometieron con la paz y la convivencia, difícilmente vamos a encarar el futuro con éxito.
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