Muchas han sido las veces en que los agoreros del apocalipsis europeo han dado por muerto el proyecto de Unión Europea. Este empeño por enterrar a la UE tiene su origen en la aprobación de la moneda única, el euro, el primer gesto inequívoco de voluntad de supervivencia en el tiempo de las instituciones de Bruselas. Sobre todo, del otro lado del Atlántico, los gurús economistas de las escuelas estadounidenses se encargaron de predecir la corta vida de la moneda única. De una década no pasaría porque era imposible competir con el dólar. Después vino su segunda oportunidad profética cuando por las fechorías del mercado hipotecario norteamericano y la quiebra de Lehman Brothers, nos vimos inmersos en Europa en una crisis que sí afectó seriamente la estabilidad del euro. Pero de allí también se salió. Todo esto no es nada comparado con las tres resurrecciones últimas a las que la UE ha tenido que hacer frente: el Brexit, la pandemia del Covid-19 y la guerra de Ucrania.
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