No parece que el Brexit le haya sentado bien a las islas británicas. El Reino Unido salió de la Unión Europea en enero de 2020 y, tras casi tres años de soledad continental, ninguno de los supuestos beneficios que debía acarrear tal decisión se evidencian y, por el contrario, los problemas económicos, sociales y políticos se acumulan. El fiel reflejo de esta situación es la inestabilidad que vive el Parlamento británico y las continuas mudanzas en el 10 de Downing Street, la residencia del Primer Ministro. Cuatro premieres han perdido el cargo en este tiempo, todos ellos Conservadores, el partido protagonista principal del caos aislacionista. David Cameron, el que planteó el referéndum; Theresa May, que inició las negociaciones de salida; Boris Johnson, que las concluyó y, ahora, Liz Truss, que ha sufrido las consecuencias. Todos han sucumbido en medio de una crisis de identidad y de posicionamiento internacional de un imperio que dejó de serlo hace mucho tiempo, pero que no asume su papel contemporáneo.
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