Han causado gran revuelo las palabras del Alto Representante de Exteriores y de Seguridad de la UE, Josep Borrell, al comparar Europa a un jardín rodeado de jungla en su conferencia ante los estudiantes del Colegio de Brujas. Se le ha tachado de racista y xenófobo por considerar al resto del mundo una suerte de bárbaros violentos. No voy a pararme en la polémica sobre sus expresiones, porque me interesa más el fondo de la cuestión, que no es otro que la realidad que los europeos de la Unión representamos en el mundo actual. Ser conscientes de lo que somos en comparación con el resto, es un ejercicio objetivo, sin adjetivos, ni maniqueísmos de buenos y malos. Si no reconocemos que somos un espacio menguante demográfica, económica y, por tanto, políticamente en el escenario internacional, será imposible enfrentarnos a los retos actuales. Porque no hay nada peor que refugiarnos en nuestra nostalgia del pasado glorioso de la civilización occidental cual avestruz escondiendo la cabeza ante los problemas.
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