Decía Churchill que “el político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene; y de explicar después por qué no ocurrió lo que el predijo”. La ironía de uno de los padres fundadores del proyecto europeo es perfectamente extrapolable a casi cualquier tipo de analista y más en los inciertos tiempos que corren. La única palabra que podemos emplear para hacer proyecciones de 2023 es incertidumbre. La realidad es que la UE navega en una suerte de crisis permanente que se inicio en 2009 con la del euro, que continuó con el Brexit, que se agudizó con la pandemia y que ahora tiene en la guerra de Putin en Ucrania, el último episodio de obstáculos para la unidad de Europa. Pese a todo, los 27 tratan de llevar adelante su agenda estratégica y completar en 2024, final de la actual legislatura, sus objetivos de sostenibilidad, digitalización, seguridad y mejora de su posición internacional como tercera vía en la batalla hegemónica entre EE.UU. y China.
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