Pensar que una guerra en sus fronteras no iba a producir consecuencias económicas y políticas, es a estas alturas como creer que los niños vienen de París. Putin con su invasión de Ucrania buscaba poner patas arriba el tablero geopolítico mundial, pero, sobre todo, los complejos equilibrios en los socios de la Unión Europea. Escandinavia, cuyos países son desde hace décadas vanguardia de pacifismo y progreso, ven hoy como sus ciudadanos acuden a las urnas con un voto mayoritariamente de derechas y de posiciones ultras. La respuesta de su abandono a la socialdemocracia es bien simple: la crisis económica y el temor a un ataque ruso. En busca de una mayor seguridad de sus bolsillos y sus casas, los escandinavos han optado en Dinamarca, Suecia y Finlandia por partidos que abogan por políticas más rigurosas con el gasto social, descaradamente pro OTAN y que ven en la migración una amenaza para sus derechos.
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