Decir que se anulan los referendos sobre el Tratado Constitucional europeo, pero no las ratificaciones parlamentarias (salvo cuando no estén aseguradas) es tomar el pelo a la ciudadanía. Si no existe alternativa que permita aprobar el texto sin modificarlo, ¿por qué empeñarse en un encarnizamiento terapéutico? Va siendo hora de que los europeos se quiten de encima el influjo personal de Jacques Chirac y vuelvan a encarrilar el tren europeo en sus vías naturales.