España tuvo la suerte de Velázquez, de Zurbarán, de Murillo, de Goya, de Picasso. Es un país de pintacristos geniales y toreros rijosos, de meninas y curas falderos, donjuanes y celestinas, y también de ambiciones contables. Cálida tierra de poetas, como Bécquer, los Machado, Cernuda o Hierro, y de guerras hechas para novelar dolores de hermanos heridos, o muertos, enemigos casuales del mismo dolor que se autoprovocan.
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