Varios

El tiempo de Europa

por Alberto Barciela

Alberto Barciela, periodista
Alberto Barciela, periodista
Fuente: Aquí Europa

El genial y ahora controvertido Ryszard Kapuscinski, periodista, historiador, escritor ensayista y poeta polaco, mantiene en su libro “Ébano” que el europeo se siente como siervo del tiempo, depende de él, “es su súbdito”. A su parecer, en esta curiosa batalla con las agujas del reloj, estas acaban por aniquilar al ser humano, sometido a “férreas e inexorables leyes”.

En Europa, en sus grandes capitales, se suceden reuniones, asambleas, cumbres, congresos, puntuales y exactos. La compleja administración europea, de amplios engranajes, en apariencia bien engrasados, parece debatirlo todo en tiempo real. Lo cierto es que se asoma a todos los precipicios de la actualidad -COVID, Ucrania, OTAN, crisis energética, COVID, fake news, ayudas Next Generation, etc.- percibe el aroma de cada crisis con cierta prontitud, lo aromatiza, y acaba por digerirlo, e incluso pagarlo, con ineficaz y desigual deglución entre 27 comensales, tras obtener una siempre difícil unanimidad entre avatares coyunturales, ideológicos e incluso geográficos. El problema es el tiempo pues cada receta ha de hornearse a fuego muy lento, y los platos corren el riesgo de llegar a las mesas de los ciudadanos o bien fríos o bien pasados.

Parece, y no es verdad, como si las instituciones viviesen al margen de los contribuyentes y votantes en abanderadas salas bunker, en fotos de familia o en distantes ruedas de prensa, apenas recogidas en los medios de cada país. Es improbable que los usuarios conozcan en titulares, no digamos ya en detalle, iniciativas de la de la Comisión, como la del 26 de enero, para que el Parlamento Europeo y el Consejo firmen una declaración de principios y derechos que guíe la transformación digital en la UE, algo que resultaría definitivo para afrontar con eficacia estos tiempos de redes y enredos, de competencias globales e incompetencias locales, nacionales y continentales. Tan es así, en que su comunicado de prensa, los órganos de la Comisión dicen “que el proyecto de declaración comprende principios y derechos clave en materia de transformación digital, tales como el carácter central de las personas y sus derechos, el apoyo a la solidaridad y la inclusión, la garantía de la libertad de elección en línea, el fomento de la participación en el espacio público digital, el aumento de la seguridad, la protección y el empoderamiento de las personas, y la promoción de la sostenibilidad del futuro digital”. También afectará en lo inmediato a la economía: competencia, creación de riqueza y empleo, e incluso la defensa de la cultura europea, el bienestar personal y general o la protección ambiental.

La Comisión entiende de temas que se reclaman a pie de calle. En el caso de las nuevas tecnologías son “la conectividad digital asequible y de alta velocidad en todas partes y para todos, aulas bien equipadas y profesores con competencias digitales, acceso ininterrumpido a los servicios públicos, un entorno digital seguro para los niños, desconexión después del horario laboral, obtención de información de fácil comprensión sobre el impacto medioambiental de nuestros productos digitales, control sobre la manera en que se utilizan sus datos personales y con quién se comparten”. Ahora falta que el Parlamento y el Consejo respondan con la agilidad demandada y que, a continuación, les sigan los 27 países que conforman la UE. Nada fácil, entre otras cuestiones faltan profesionales: informáticos, programadores, materiales, etc.

Europa está ahí. Somos nosotros. Tenemos que esforzarnos para que nuestras instituciones actúen antes, para que comuniquen mejor sus éxitos, etc. Conseguirlo dependerá de entender los tiempos y las oportunidades, de evitar que se nos pase el arroz sin saber siquiera que es la hora de preparar el almuerzo, de que tenemos hambre y necesidad de más Europa. Juntos seremos mejores.

 

Este artículo forma parte del proyecto “Destino Europa”

 

Alberto Barciela

Periodista