Unión Europea

Mathias Döpfner: "Después de la guerra"

por Mathias Döpfner

Mathias Döpfner, Director General de Axel Springer SE.
Mathias Döpfner, Director General de Axel Springer SE.
Fuente: Mathias Döpfner, Director General de Axel Springer SE.

Con su guerra en Ucrania, Vladimir Putin ha logrado hasta ahora exactamente lo contrario de lo que pretendía. Occidente se ha fortalecido, sin embargo, debe asegurarse ahora de que a largo plazo Rusia no forme un bloque de poder con China. Por ello debe trabajar en alianzas hoy impensables: AMEURUS.

Es el momento de pensar sosegadamente en el escenario de los años posteriores a la guerra en Ucrania. Porque el resultado del conflicto está claro: Rusia ha perdido, aunque Putin gane la guerra.
 
Lo que nadie sabe es cuánto tiempo llevará que se produzca este final. La guerra que Rusia libra contra Ucrania dura ya ocho años (sólo los ingenuos y los que se dejan llevar por el oportunismo económico a corto plazo quisieron creer que la anexión de Crimea en 2014 significaría paz y tranquilidad). Y puede durar muchos más años. Pero llegará un tiempo después de Putin, de una manera u otra. Y a menos que se produzca otro giro muy sorprendente de los acontecimientos, el dictador dejará atrás una Rusia devastada.
 
Las dos opciones de los sucesores de Putin

Rusia finalmente será un país debilitado económicamente, casi destruido. Es un país que se enfrenta a un Occidente más unido, Una OTAN reforzada, una UE reforzada, una alianza transatlántica reforzada. El mundo occidental habrá disminuido su dependencia del suministro del gas. La columna vertebral económica de Rusia habrá quedado destruida. Las sanciones dejarán su huella en varios ámbitos. El ejército ruso quedará muy debilitado y será una sombra de lo que fue. El pueblo ruso se sentirá desgarrado y desmoralizado. En definitiva, Rusia, política, económica y moralmente, entrará en decadencia. 
 
Cualquier nuevo gobierno en Moscú tendrá entonces que hacer una elección estratégica clave: convertirse en un aliado del Occidente democrático o en un dependiente de la China no democrática. 
 
Estas son exactamente las dos opciones que tienen los sucesores de Putin (quizás de perfiles del tipo de Navalny o Kasparov. Tampoco nadie pensaba que una figura como la de Selenskyj fuera posible). Y de este escenario surge la oportunidad histórica de un nuevo y mejor orden mundial. 

Ese día, cuando llegue el momento, Occidente no debería aprovecharse de la debilidad del perdedor, sino pensar en la Rusia post-Putin. Debe mirar hacia adelante, hacia una nueva Rusia gobernada de forma diferente. Y podría empezar ya a preparar una alianza que signifique estabilidad, seguridad, prosperidad y sobre todo libertad para el mayor número posible de personas: "AMEURUS". Una alianza estratégica de América, Europa y Rusia. En una comunidad de valores y de dimensión económica que permita la reconstrucción más rápida posible de Rusia y así poder resistir con solvencia los desafíos y amenazas que plantean China y los estados islamistas. 
 
Rusia es una nación cultural

Desde la perspectiva actual, la idea de AMEURUS parece inviable, poco realista, casi frívola. En una perspectiva más a largo plazo, de décadas, es absolutamente viable. Es obvio que no es una conclusión inevitable, pero es una muy buena posibilidad. Y de ahí que Occidente, la UE y Alemania, en concreto, deban trabajar desde ahora en ella activamente. 
 
No importa lo alta o baja que sea la probabilidad de que suceda, debemos intentar por todos los medios que las opciones de esta alianza aumenten. Porque las alternativas son mucho peores. Una Rusia permanentemente humillada seguirá siendo agresiva y se volverá aún más violenta. Una Rusia permanentemente dependiente de China se convertirá en un poderoso adversario y aumentará nuestra desventaja económica y política frente al gigante asiático.

Es un error pensar que el pueblo ruso es el régimen político que hoy les gobierna. Rusia es una nación cultural y un país con recursos de materias primas que preferiríamos tener de nuestro lado que en contra. Hasta ahora, la ensoñación de Alemania por Rusia ha sido ingenua y peligrosa porque pasaba por alto que el país tiene una profunda tradición autoritaria: desde el zarismo hasta el comunismo estalinista, interrumpido sólo brevemente por Gorbachov y Yeltsin, Putin ha continuado esta tradición de alarmismo y grandilocuencia geopolítica. La factura se constata ahora de forma grosera: la prueba viva y cruenta de que el éxito ya no se debe alcanzar de esta manera en el siglo XXI. 
 
Las posibilidades de que Rusia, después de esta humillación autoorganizada, se dirija hacia un camino mejor y más liberal no son, históricamente hablando, nada ilusorias. Dos grandes derrotas militares iniciaron la modernización en la historia de Rusia. La guerra de Crimea, perdida en el siglo XIX, dio lugar a importantes reformas y a un descenso de la servidumbre. La derrota en la guerra ruso-japonesa de 1905 inició el declive del zarismo autocrático. A su término se produjo la Revolución de Febrero, aunque a ésta le siguió la Revolución de Octubre de los bolcheviques. Podría ser un patrón: Las derrotas militares hacen que Rusia esté abierta al cambio. 
 
La oposición de Occidente nunca debe dirigirse contra un pueblo, sino contra un régimen. Lo que fue posible para los alemanes después del nacionalsocialismo debe serlo aún más para los rusos después del “putinismo”: una oportunidad para un nuevo comienzo. Y ante el argumento de "bueno, los rusos son así", ningún país debería tener más cuidado que Alemania.
 
Tres medidas para el futuro

Para que AMEURUS, una comunidad americano-europea-rusa de valores y económica, y tal vez incluso de seguridad y defensa, se convierta en realidad, es necesario adoptar ya medidas con visión de futuro. Y sobre todo pensar que tal posición no significa debilitar o relativizar la solidaridad con Ucrania. Bien al contrario, reforzar esta solidaridad es el requisito más importante para que AMEURUS tenga alguna posibilidad real. En otras palabras, lo primero que tiene que hacer Occidente es asegurarse de que Ucrania gane la guerra. Pero paralelamente, se pueden hacer los primeros preparativos para un nuevo orden. ¿Qué significaría eso en términos concretos? 
 
1.    No sólo Estados Unidos, sino también Europa, es decir, también Alemania, debe apoyar a Ucrania con todos los medios legítimos, sobre todo con armas pesadas y tecnología punta. 
2.    Occidente no debe legitimar el éxito provisional de Rusia con una falsa paz, como hizo en Georgia en 2008 y en Crimea en 2014. Debe tener paciencia y perseverancia. 
3.    La OTAN debe reforzarse, y las adhesiones de Finlandia y Suecia deben materializarse solventando las negociaciones con el presidente turco Erdogan.
 
Para Alemania y para su Canciller Olaf Scholz, esto significa sobre todo una cosa: ganar amigos y aliados en Europa y América, y quizás incluso en la India. En este contexto, el viaje a Kiev fue un paso tardío, pero importante y en el camino correcto. También lo han sido sus decisiones sobre el suministro de armas, la fidelidad al tratado de la OTAN y el fondo especial de 100.000 millones para la Bundeswehr. Por primera vez en mucho tiempo en la historia de Alemania, nuestros vecinos esperan que reforcemos nuestro ejército y los alemanes nos involucremos más. Olaf Scholz debería aprovechar esta situación para hacer lo que su predecesora descuidó: fortalecer Europa y forjar alianzas. Todo ello para hacer posible a largo plazo un acuerdo que nos libre de un segundo ataque chino, mucho peor a la democracia. Y eso es AMEURUS. 
 
De un modo u otro, la guerra de Ucrania se convertirá en el punto de inflexión del orden mundial. Debemos hacer todo lo posible para que sea un giro hacia una democracia reforzada y no un vuelvo hacia un autoritarismo reforzado. Concluyo como empecé: sería una satisfacción que Putin acabara consiguiendo exactamente lo contrario de lo que quería.
 


Mathias Döpfner es director general de Axel Springer SE, grupo propietario del diario WELT.