Unión Europea

‘Mutti’ Merkel se sienta a la mesa

por Nacho Alarcón

Fuente: DFID - UK Department for International Development

Angela Merkel es el personaje político europeo de lo que va de siglo XXI. La canciller lleva ya 12 años al frente de Alemania, y el domingo renovará su mandato por cuatro años más. Muchos alemanes votan a Merkel por Merkel, no por su partido, la conservadora CDU. Para muchos votantes la canciller se trata de un personaje casi familiar.

Angela Merkel (Hamburgo, 1957) se ha convertido en el personaje central de la política alemana y europea de lo que llevamos recorrido de siglo XXI. Ha visto pasar a cuatro presidentes de la república francesa, y mientras ella se ha mantenido, dominante, sobrevolando la política alemana con una autoridad incontestable. Muchos votantes este domingo depositarán su voto a la CDU en la urna más por Merkel que por el partido.

La democracia alemana está acostumbrada a figuras muy dominantes y a mandatos relativamente largos: Konrad Adenauer fue canciller desde 1949 a 1963 o el recientemente fallecido Helmut Khol, que ocupó el cargo desde diciembre de 1982 hasta octubre de 1998 son ejemplos de ello. Merkel, después de llevar ya 12 años en el poder, pretende superarlos a ambos.

Merkel es mucho más que una política para muchos ciudadanos alemanes. Entre otras cosas la dirigente alemana tiene su propio verbo: merkeln. Significa básicamente no hacer nada. El ‘raute’ (diamante) es la forma en la que Merkel suele poner las manos para posar en las fotos. Y así hay un largo diccionario de términos relacionados con esta política alemana.

La crisis económica ha hecho que en los países del sur de Europa la imagen de Merkel sea la de la austeridad, pero para muchos alemanes la canciller es casi parte de la familia, alguien que además de dirigir el país, podría sentarse a su mesa. Muchos le ponen un prefijo a su nombre: ‘Mutti’, que en alemán significa ‘mami’.

Su actuación durante la crisis económica ha afectado a su imagen en el sur, pero también fueron claves sus decisiones durante lo peor de la crisis migratoria. Hubo una imagen que dio la vuelta al mundo en aquellos días. Merkel visitó una escuela, donde una niña palestina de 14 años explicó que tenía miedo de volver a un campo de refugiados. “No sé cómo será mi futuro mientras no sepa si me puedo quedar”, explicó la joven, que dijo a la canciller que quería ir al colegio. Merkel sencillamente respondió: “No podemos decir ‘Podéis venir todos. Y todos los que estáis en África podéis venir’. No podemos gestionar eso”. La niña echo a llorar, y el mundo vio a la canciller como alguien frío, sin capacidad de mostrar empatía por una pequeña con miedo a ser deportada.

Pero el papel posterior de Merkel fue distinto. Se pueden criticar muchas actuaciones durante la crisis de los refugiados, pero la canciller, contra lo que quería su partido, y contra lo que querían muchos otros líderes políticos de Europa, anunció una política de puertas abiertas en Alemania. Las imágenes de refugiados llegando a las estaciones de tren de muchas ciudades germanas y siendo recibidos por ciudadanos que les aplaudían dieron la vuelta el mundo igual que el vídeo de la joven palestina llorando desconsolada. Se vieron imágenes de refugiados sosteniendo fotografías de la canciller, otros con carteles en los que se leía ‘Te amamos Merkel’.

Desde 2015 Alemania ha recibido a más de un millón de refugiados. Nada es color de rosas, pero ningún otro país europeo que no esté sometido en primera línea a las presiones migratorias ha realizado un esfuerzo ni siquiera similar. Después, Alemania lideró el acuerdo con Turquía que acabó con el flujo migratorio por el Mediterráneo este.

La inicial política de puertas abiertas le costó mucho políticamente a Merkel: su partido es en realidad una coalición entre la CDU a nivel nacional y la CSU de Baviera, que es bastante más conservadora. Muchos en el partido se escandalizaron y creyeron que era un suicidio político, que los alemanes darían la espalda a la CDU. Lo cierto es que el partido de extrema derecha Alternativa por Alemania (AfD) ha crecido de forma exponencial desde que comenzara la crisis migratoria, pero es igualmente cierto que Merkel estaba en lo correcto cuando tomó esa decisión: podía ser contraria a los intereses del partido, pero la popularidad de la canciller resistiría el golpe. Y las encuestas lo han demostrado.

Camino hacia el poder

Merkel creció en la RDA, participando también en las juventudes comunistas. Después estudió física en la universidad de Leipzig y poco antes de entrar en la política se doctoró en física cuántica. Comenzó siendo la portavoz del Gobierno que se creó en la RDA destinado a fusionarse con la RFA, entonces liderada por Helmut Kohl. Sería ahí cuando sus caminos se cruzarían. La actual canciller comenzó como ministra de Mujer y Juventud (de 1991 a 1994) y asumió la cartera de Medioambiente hasta 1998, año en el que acabó el reinado de Kohl en Alemania.

Entonces Merkel fue elegida secretaria general de la CDU, y su poder aumentó cuando el entonces presidente del partido, Wolfgang Schäuble, actual ministro de Finanzas germano, se vio envuelto en un caso de corrupción. A Schäuble solo le quedó dar un paso al lado y Merkel intentó que la CDU rompiera con su pasado.

En 2005 Merkel logró vencer en las elecciones aunque por un estrecho margen. Fue entonces cuando apareció la posibilidad de la gran coalición, que desde entonces ha acompañado a la canciller durante la mayoría de su carrera política. Tras su victoria en 2009, Merkel volvió a la alianza natural de la CDU, con los liberales, y cuando volvió a vencer en 2013 recurrió de nuevo a la gran coalición.  

Liderazgo en la UE

Merkel se ha encontrado con momentos difíciles para la Unión Europea, y una importante falta de liderazgo al frente del resto de los Estados miembros. La canciller se ha encontrado con la obligación de liderar el proyecto en momentos especialmente difíciles, en un paralelismo con su antecesor Kohl.

Durante la crisis de la Eurozona el papel de Merkel fue importante: el sur culpa a la canciller de las políticas de austeridad, pero la líder alemana retó el poder de su propio partido y de los halcones de su Gobierno, que deseaban una línea mucho más dura que la finalmente defendida por Berlín contra Atenas. En varias ocasiones intentó desencallar las negociaciones con Atenas en algunos de los momentos más duros y tensos de los Eurogrupos que se extendían durante las madrugadas bruselenses.

Ahora, la aparición de Emmanuel Macron, nuevo presidente de Francia, ha sido interpretada por muchos como la oportunidad de realizar el relevo del liderazgo del proyecto europeo, con nuevas ideas como la mayor integración de la Eurozona. La canciller se ha encontrado en los últimos años con un París que se enfrentaba a Berlín por la austeridad, y ahora tiene a un Macron que está dispuesto a darle a Alemania las reformas que quiere, y que a le costarán múltiples y furiosas huelgas, a cambio de que Merkel acelere el proceso de integración europeo.