La Comisión Europea ha lanzado una convocatoria para promover el patrimonio cinematográfico y audiovisual europeo, así como para aumentar la circulación y la audiencia de las obras audiovisuales europeas dentro y fuera de la UE. Enmarcada dentro del Programa MEDIA 2007, cuenta con un presupuesto de más de 2,5 millones de euros. La convocatoria se abrió el 21 de abril y el plazo de presentación de solicitudes finaliza el 10 de junio de 2011.

¿Defensa imparcial de la competencia o lucha entre campeones nacionales? ¿Sanción a una empresa por abusos o táctica de la Comisión para debilitar a los organismos reguladores nacionales? Estos son los interrogantes que se plantean hoy en la prensa internacional ante lo que podría ser la segunda sanción ejemplar y multimillonaria a una empresa que infringe la competencia, en este caso la española Telefónica, apoyada por el Gobierno a través de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT).

Los ciudadanos europeos franceses y holandeses, como heraldos de tantos a quienes se ha dejado sin voz, no han rechazado proseguir ni con la integración europea ni con la ampliación, como se sigue diciendo machaconamente. Por eso, la idea del comisario Olli Rehn de lanzar un "Plan C" que permita seguir ampliando es un intento más de "llamar a lo mismo con otro nombre" para hacer "que cuele". Habrá que seguir con Europa, porque no hay alternativa, y habrá que seguir ampliando, pues es la vocación del proyecto... pero todo sobre buenas bases.

Decir que se anulan los referendos sobre el Tratado Constitucional europeo, pero no las ratificaciones parlamentarias (salvo cuando no estén aseguradas) es tomar el pelo a la ciudadanía. Si no existe alternativa que permita aprobar el texto sin modificarlo, ¿por qué empeñarse en un encarnizamiento terapéutico? Va siendo hora de que los europeos se quiten de encima el influjo personal de Jacques Chirac y vuelvan a encarrilar el tren europeo en sus vías naturales.

El punto uno del "plan B" para salvar el Tratado constitucional se puso en marcha en el minuto en que se conoció el resultado del referéndum francés: asegurar que las ratificaciones sigan hasta el final. Pero esta táctica alternativa ha perdido toda credibilidad tras el segundo "no", en Holanda, y la decisión unilateral de Tony Blair de cancelar su referéndum. Lo más sabio y razonable sería concentrar las energías en avanzar hacia un simple Tratado, sin empecinarse en salvar el texto de Giscard d'Estaing.

La vía de la cooperación política y económica entre Rusia y la UE parece haberse abierto por fin, tras el acuerdo alcanzado el pasado 10 de mayo entre ambas partes, después de dos años de intentos infructuosos. Pero la vía no ha hecho más que desbloquearse, y delante de ella sigue en pie toda una montaña de obstáculos y desacuerdos: el giro europeo de repúblicas como Ucrania y Georgia, las disputas fronterizas con los países del báltico, el déficit de democracia y de derechos humanos del régimen de Putin... Este es el análisis que, en una entrevista con Aquí Europa, ofrece Katinka Barysch, experta en política económica y relaciones con Rusia del Center for European Reform (CER), para quien al final ambas superpotencias tendrán que entenderse, porque se necesitan.

Los jueces europeos deberían considerar la "buena fe" mostrada por Telefónica al no salirse de las tarifas nacionales así como la especificidad del mercado español de las telecomunicaciones para reducir o eliminar la multa de 152 millones de euros. El "susto" podría ser suficiente para conseguir los objetivos de Bruselas de proteger la competencia del sector.

Ya no es sólo Tony Blair quien lo dice, empieza a extenderse la idea: no hay una crisis de Europa, sino una crisis de liderazgo en Europa. La Unión está a la busca de un líder, capaz de movilizar los esfuerzos hacia un proyecto e idea concreta y, en espera de que los próximos comicios hagan una "limpia" en el mapa político, sólo una figura queda en pie, y con ganas aparentemente de asumir este papel: el nuevo Presidente del Consejo, con su proyecto de un nuevo modelo económico y social para Europa.

Flaco favor están haciendo a Europa nuestros jefes de Estado y de Gobierno cargando las tintas. No, la Unión Europea, al contrario de lo que coreaban todos al final de la cumbre, empezando por el europeistísimo Claude Juncker, no está "en crisis profunda". ¿Por qué empeñarse en vincular unos fracasos políticos personales de última hora -el Tratado Constitucional, las perspectivas financieras- con el futuro de un proceso de integración que se desarrolla desde hace 55 años y que ha dado los mejores frutos en paz y prosperidad a sus socios?

La integración europea es lo mejor que le ha ocurrido a Europa en los últimos cien años, y debe continuarse. El "no" francés puede ser la oportunidad de que los dirigentes europeos frenen la carrera frenética a la que se han lanzado recientemente -una ampliación precipitada y una pretendida Constitución- saltando etapas contra los principios que han guiado la construcción europea desde sus inicios. La UE no se detiene por ello, pues tiene una sólida base jurídica. Dentro de dos años los jefes de Estado aprobarán las partes más necesarias de la reforma; y mientras tanto, tiempo hay de lanzar una reflexión pausada sobre qué Europa queremos.

El sector textil y de la confección español ha realizado un importante esfuerzo inversor durante la última década, 4.600 millones de euros en bienes de equipo e instalaciones nuevas y 2.300 millones de euros en proyectos de investigación y desarrollo en general. No obstante, la entrada de China en la OMC, sumada a la liberalización del sector europeo, está produciendo un efecto devastador en el mercado. El secretario general de la Consejo Intertextil Español (CIE), Salvador Maluquer Trepat, entrevistado por Aquí Europa, ha comentado la importancia de que el Gobierno español presione en Bruselas para que se aplique la salvaguarda a las exportaciones chinas, de acuerdo con el artículo 241 del protocolo de entrada de China a la OMC.

El empujón de salida que los dirigentes europeos han dado a las negociaciones de adhesión de Turquía a la UE encierra muchas esperanzas y no pocos temores, confirmados por la posición débil que Europa ha mantenido hasta ahora con el Gobierno turco y por el ansia de muchos gobernantes de no perder a Turquía "a cualquier precio". Si en este proceso la UE hiciera la vista gorda ante las violaciones de derechos humanos, se avanzaría hacia un "super-estado" sin alma ni valores.

El principio de solidaridad entre Estados miembros y regiones es uno de los que forman el acervo de la Unión Europea, y precisamente está siendo puesto en entredicho en el debate actual para aprobar las perspectivas financieras de la Unión Europa en los próximos siete años. Este peligro, manifestado en unos Estados que quieren "cortar las alas" al presupuesto de la Unión en un momento en que la ampliación y los retos a que se ésta se enfrenta reclaman lo contrario, es denunciado por Gerardo Galeote, eurodiputado del PP, que va a consagrar sus mejores fuerzas en esta su tercera legislatura a salvar la política de cohesión regional. En los próximos meses Europa se juega su futuro, y España, el pagar los "platos rotos" en la ampliación, como nos explica el coordinador de los populares españoles en la Eurocámara.