Jesús González MateosCartas del director Jesús González Mateos

De la Europa confederal a la desescalada provincial

De la Europa confederal a la desescalada provincial

La crisis provocada por la epidemia del COVID-19 está poniendo en jaque todas las estructuras institucionales de la Unión Europea y sus Estados miembros. Un auténtico batiburrillo competencial en el que el Tratado de la UE y la Constitución Española saltan por los aires en su articulado a cada decisión que los responsables políticos van tomando. En este sentido, llama la atención que el comportamiento del ámbito supranacional se circunscriba a un intento de consensuar medidas, en el más radical de los planteamientos confederales y, en España, se haya acabado planteando una desescalada, es decir, la vuelta a la actividad, con la provincia como ente protagonista. La Comisión, el Parlamento Europeo y las Comunidades Autónomas, son los convidados de piedra de este espectáculo de reformulación de los centros de poder. Hasta hace nada la batalla era por dotar de más capacidad al Ejecutivo y al Legislativo europeo, así como convertir a la Europa de la Regiones en un verdadero contrapoder de los Estados en la construcción del proyecto europeo.

El falso dilema europeo entre deuda y ayuda

El falso dilema europeo entre deuda y ayuda

Llevan los líderes europeos encerrados en un laberinto desde el inicio de la crisis provocada por la epidemia del COVID-19. Su perpetuo dilema es encontrar una salida de dos caminos que hasta la fecha se perciben como contrapuestos: ayudas o deuda como solución al crack económico en que nos ha sumido el virus. La discusión no es meramente conceptual, sino que de fondo tiene todo que ver con la velocidad con la que cada Estado miembro podrá salir de la recesión. Situarse en la línea de salida con las menores cargas posibles es el objetivo de todos para aprovechar competitivamente la enfermedad como nueva brecha de desigualdad. De ahí que unos aborrezcan la idea de los eurobonos y ofrezcan ayudas, incluso, con carácter de donaciones y otros, veten cualquier fórmula que no pase por mutualizar la deuda de la UE. En esta batalla de intereses, sería bueno que de una vez por todas nos cayéramos del guindo del idealismo europeísta y pasáramos a modo posibilista para negociar desde bases proporcionadas a las posibilidades de presión e influencia de cada cual.

La nueva agenda de prioridades de la UE para salir de la crisis

La nueva agenda de prioridades de la UE para salir de la crisis

La crisis provocada por la epidemia de la COVID-19 nos sitúa a todos ante un nuevo paradigma que obliga a reformular el mundo y la manera en que en él vivimos los humanos. Para la Unión Europea supone una prueba de esfuerzo como nunca habíamos vivido. Pone en cuestión la propia existencia del proyecto de construcción común y cuáles deben ser sus prioridades para dar respuesta a las necesidades de sus ciudadanos en la salida de la crisis. Un enfoque y una estrategia europea que debe ser capaz de conjugar el idealismo que da sentido conceptual al espacio democrático y de libertades que configuramos, con el pragmatismo en la toma de decisiones. Debemos ser idealistas a la par que útiles en las políticas europeas. Un proceso que además no puede demorarse, por lo que tendremos que cambiar la gobernanza para favorecer un mayor ritmo tanto en la elaboración de políticas, como en su ejecución.

Covid-19 como señuelo para dictaduras en Europa

Covid-19 como señuelo para dictaduras en Europa

Ya es seguro que estamos atravesando la mayor crisis global desde la II Guerra Mundial. Una crisis sanitaria fruto de una pandemia, una crisis económica por parón generalizado de la actividad y, finalmente, social por las consecuencias que sobre la sociedad y el propio individuo tendrá. Sin embargo, puede que no hayamos reflexionado suficientemente sobre los riesgos que la Covid-19 tiene sobre las libertades, el Estado de Derecho y la democracia. Lo digo pensando en ejemplos vividos estos días intramuros del mayor espacio de libertades del mundo: nuestra Unión Europea. Los de siempre, los eurófobos que vienen saltándose a la torera las obligaciones humanitarias para con los refugiados de la guerra de Siria, los que ningunean la separación de poderes nombrando jueces por decreto, los que ponen barreras a la libre competencia entre europeos para imponer barreras ultranacionalistas… esos son los primeros en aprovecharse de la terrible crisis que estamos viviendo para afianzar sus tics dictatoriales. Los gobiernos de Hungría, Polonia o Eslovenia, han sido precursores en esta suerte de paso adelante hacia el abismo.

La solidaridad europea bien entendida

La solidaridad europea bien entendida

Convendría que en estos tiempos que vivimos la mayor crisis de la Unión Europea no nos dedicáramos a hacer un relato de buenos y malos. De hecho, sería de mucha más utilidad buscar el consenso y la negociación de los Estados miembros para poner los recursos de esa unidad al servicio del conjunto de los europeos. El coronavirus y sus consecuencias económicas ha enfrentado los planteamientos de una buena parte de Europa contra otra, por el concepto de solidaridad que debemos manejar. Una vez más se contraponen visiones y formas de entender la Unión, que en ningún caso deberían llevarnos a cuestionar su necesidad y, mucho menos, alimentar a los eurófobos, enemigos de las libertades y de la democracia que, por cierto, han sido los primeros en aprovecharse de la epidemia para aplicar medidas dictatoriales en sus países. Más bien debemos reflexionar sobre los motivos que tienen aquellos que se oponen a nuestras peticiones y recordar que la solidaridad es un concepto indisolublemente unido al de responsabilidad.

Tenemos la Europa que quieren nuestros gobiernos

Tenemos la Europa que quieren nuestros gobiernos

La epidemia del coronavirus ha puesto ante el espejo de sus contradicciones al proyecto de construcción europeo al que hemos dado en llamar Unión Europea. La gran pregunta de millones de ciudadanos europeos es bien simple: ¿dónde está Europa? La utilidad de las instituciones europeas van a ser juzgadas por la respuesta que sea capaz de articular ante el drama que viven sus Estados miembros. Pero antes de exigir responsabilidad a Bruselas, deberíamos ser conscientes de la realidad de la toma de decisiones de la capital europea. Si Churchill proclamó que cada país tiene el gobierno que se merece, debemos colegir que los europeos tenemos la Europa que nos merecemos. Quien da o quita las competencias comunes sobre las que pueden trabajar el Parlamento o la Comisión Europea, no es otro que el Consejo Europeo, es decir, los jefes de nuestros gobiernos nacionales. Que se entienda bien y de una vez por todas: son ellos quienes no quieren perder poderes en sus Estados y quienes evitan que la unidad nos sea más útil a los europeos. Y no nos engañemos, a ellos los elegimos cada uno de nosotros en las urnas, son nuestros legítimos representantes. Si queremos más Europa, necesitamos gobernantes más europeístas y menos alemanes, franceses o españoles.

La Europa atrincherada

La Europa atrincherada

“Sangre, sudor y lágrimas”, fue el histórico titular del discurso de Winston Churchill pronunciado el 13 de mayo de 1940, tras reemplazar a Neville Chamberlain como primer ministro, en plena batalla de Francia, ocho meses después de haber comenzado la II Guerra Mundial, cuando las fuerzas aliadas estaban experimentando continuas derrotas frente a la Alemania nazi. Pero su frase exacta fue: "No tengo nada que ofrecer sino sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor." Aquellas palabras nos retrotraen hoy, cuando el coronavirus tiene confinados a los europeos, a los peores fantasmas de la Europa de las trincheras. Europeos enfrentados sin ser capaces de encontrar soluciones pacíficas y dialogadas matándose por defender sus fronteras. El proyecto de construcción europeo iniciado con el Tratado de Roma en 1957 ha supuesto la desaparición de esas barreras fronterizas y de esas trágicas trincheras. Sin embargo, contra su propio sentido de identidad, la UE forzada por las decisiones unilaterales de los Estados miembros, decidía esta semana cerrar sus fronteras externas e internas.

El coronavirus pone a prueba la unidad europea

El coronavirus pone a prueba la unidad europea

Parece una evidencia que la crisis sanitaria causada por el coronavirus está poniendo a prueba todas las piezas del engranaje del sistema de sociedad en el que vivimos. Ha puesto en jaque a la globalización forzando el cierre de fronteras en Italia o complicando al extremo la producción por la falta de suministros procedentes de China y, en el caso de la Unión Europea, pone en evidencia la capacidad que dicha unidad tiene para afrontar un reto de tan tremenda magnitud epidemiológica y económica. De momento, la UE ha tratado de mostrar una imagen de colaboración mutua, pero la realidad es que cada país ha adoptado medidas en función de lo que considera sus necesidades. Sin embargo, parece bastante obvio, que en un espacio sin limitaciones de movimiento de personas como es el representado por Schengen en Europa, deberíamos poner en marcha políticas europeas para hacer frente a este tipo de crisis y no ir cada uno a la guerra por nuestra cuenta.

La UE, prisionera del chantaje de Erdogan

La UE, prisionera del chantaje de Erdogan

Miles de personas se agolpan en la frontera greco-turca en busca de una mínima esperanza de vida huyendo de la crisis humanitaria que la guerra de Siria ha vuelto a provocar. Seres humanos que se han convertido en un escudo para el régimen turco del presidente Erdogan que presiona a la Unión Europea con la entrada masiva de emigrantes para lograr su apoyo en su estrategia en la región en conflicto. Un burdo chantaje del que es culpable, pero cuyos responsables no son otros que los jefes de Gobierno europeos que hace ahora cuatro años pactaron que Turquía controlara el flujo de refugiados a cambio de 6.000 millones de euros para atenderlos. Un acuerdo que las autoridades turcas siempre han sostenido que no se ha cumplido y que ha saltado por los aires por la muerte de una treintena de soldados turcos en el norte de Siria. Turquía presiona a la UE usando a los refugiados para que le dé, no sólo fondos para atender a quienes huyen de la guerra, sino apoyo en un conflicto bélico en el que Turquía está, hoy por hoy, en el bando perdedor.

Presupuestos UE: guerra entre 'frugales' y 'amigos de la cohesión'

Presupuestos UE: guerra entre 'frugales' y 'amigos de la cohesión'

Estamos en plena negociación de presupuestos europeos, algo que ocurre cada siete años en el club, porque el llamado Marco Financiero Plurianual de la Unión Europea se mueve a golpe de septenios. Concretamente ahora nos estamos jugando en qué vamos a gastar las aportaciones de los 27 en el período 2021-2027 y ese es el primer y principal problema, que ya no somos 28, una vez que el Reino Unido, principal contribuyente neto de la UE nos ha abandonado. Se trata, pues, de tratar de incrementar gastos e inversiones europeas ante los nuevos retos y desafíos, con menos miembros a aportar. Algo así como la cuadratura del círculo. De ahí, que la cumbre de la pasada semana del Consejo Europeo acabara en fracaso, con los jefes de Gobierno enfrentados en dos bandos, hoy por hoy, irreconciliables, los “frugales” partidarios de gastar menos porque hay menos recursos y los “amigos de la cohesión” que defienden que ningún Estado miembro debe sufrir una disminución brusca y desproporcionada de unos fondos vitales para combatir la desigualdad en la UE.